ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA UNO-MISMO (AGOSTO 2009)
Por el Dr. Sergio Ariel Grines
La salud, la curación, los actos terapéuticos, eran vinculados en la antigüedad a las dimensiones cosmológicas, en las cuáles actuaban los dioses, los espíritus.
Enfermedad, sufrimiento y muerte estaban relacionados con lo sagrado.
El médico solo actuaba como mediador entre los humanos que padecían y los dioses que curaban.
Existe un parentesco etimológico entre “medicina” “médico” “medicar” y el vocablo “mediar”.
La escritura bíblica relata numerosas “curaciones” en las que, claramente, aquel que ejerce el acto curativo oficia de intermediario entre la Divinidad y aquel que se encuentra sufriendo.
En los orígenes, la relación entre los acontecimientos del Mundo Terrenal y la influencia del Mundo Espiritual en ellos, formaba parte del pensamiento humano.
Para un griego o un egipcio antiguos, aunque pudieran estudiar un órgano de un animal, la explicación de los procesos, prescindiendo de la visión fenoménica integrada al Cosmos y a la Naturaleza, hubiera resultado incomprensible.
En el siglo XVII la conciencia humana alcanza el nivel evolutivo que le permite comprender cosas exactas, de índole puramente mecánica.
Fueron descubriéndose leyes físicas y fue aplicándose este conocimiento al cuerpo humano. De esa manera, lo mecánico tomó la delantera en la comprensión de los fenómenos orgánicos.
Se asimiló de esta forma el corazón a una bomba que ejerce presión sobre un líquido, el hígado se equiparó con un laboratorio químico, al igual que el estómago, donde ciertos ácidos y otras sustancias descomponen los alimentos químicamente mientras las paredes estomacales los trituran.
Es decir, con la concepción materialista, las funciones orgánicas del cuerpo acabaron considerándose como efecto de la interacción de leyes físicas, químicas y mecánicas.
Con esta concepción, el pulmón es una especie de fuelle y central de transformación del aire, del oxígeno y del anhídrido carbónico; el músculo es un motor provisto de palancas, y así todo el organismo humano queda reducido a un conjunto de aparatos muy complejos, pero cuyo mecanismo es perfectamente explicable.
El ojo fue asemejado a una cámara fotográfica, y el cerebro a una estructura que segrega los pensamientos.
La vida psíquica y espiritual no se consideraron como algo independiente a esta concepción, sino que constituían el producto de de ciertos fenómenos químicos que tenían lugar en el cerebro.
El hombre entero se convirtió en un maravilloso laboratorio de química y en una máquina.
Durante los siglos XIX y XX el vínculo entre el organismo humano y los fenómenos de la naturaleza y el cosmos continuó escindiéndose, y el proceso de salud del ser humano quedó definitivamente en manos de la ciencia material.
La salud quedó bajo la “propiedad” de la ciencia médica.
Así el ser humano perdió completamente su participación y protagonismo en su proceso de salud o de enfermedad.
Con el descubrimiento de los virus y las bacterias toma predominio el análisis de la enfermedad y se jerarquiza el descubrir aquel elemento causal detectable por los sentidos o por los aparatos que el hombre fue descubriendo
Se impone este paradigma con mucha fuerza y aparece el hallazgo de antibióticos y vacunas.
Estar sano, entonces, implicaría evitar tomar contacto con estos elementos externos que nos enferman o poder matarlos cuando nos invaden.
En el último tercio del siglo XX se produce un cambio, y pasan a tomar predominio dos especialidades dentro de la ciencia médica que son la genética y la inmunología.
El cambio que se produce es que la enfermedad se re-ubica en el interior del ser humano. El mal ya no está sólo afuera, como acontecía con los virus y las bacterias.
Este cambio es tal que, a partir de ese momento sabemos que nacemos con una determinada predisposición a enfermarnos. Esta tendencia vive en el núcleo de nuestras células. Esto es lo que la genética observa. La enfermedad está dentro y no fuera; o bien, en el caso de la inmunología, es nuestro sistema de defensa quien no está pudiendo defendernos de aquello que nos ataca.
Ahora bien, sea a través del modelo mecánico, infeccioso, inmunológico o genético, la enfermedad sigue estando ceñida al mundo material. La ciencia no puede dar un paso mas allá de lo que sus sentidos o sus aparatos le permiten percibir.
Si hoy día intentamos pensar cómo debería ser la medicina del futuro, seguramente predominaría un modelo en el que la tecnología, la genética, el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas, aparatológicas, protésicas, medicamentos químicos con efecto mas específico, nuevas vacunas, fueran las respuestas que nuestra salud pide. Ese modelo sería el “progreso” de la medicina en el futuro.
SIGLO XX: UN SALTO EN LA CONCIENCIA
Es importante observar que, en el mismo siglo XX, aparece otro fenómeno muy profundo en el ser humano, que tiene que ver con su mundo interior, con su auto-conciencia. Progresivamente pasa a saberse partícipe activo de su propio destino.
Este cambio de conciencia palpita en el interior del ser humano. Llega a su conciencia la certera percepción de que el destino no es algo que le sea ajeno, sino que esta en sus propias manos.
Este proceso, que acontece en paralelo con el avance de la ciencia material, es una intensificación de la percepción del ser humano como protagonista de un destino propio, individual, único.
Así por ejemplo, en el caso de las enfermedades, comienza a percibirse como protagonista de la relación entre los acontecimientos que le toca vivir y la génesis y evolución de una determinada enfermedad.
Todo ser humano (más temprano o mas tarde) comienza a tomar contacto con este proceso interior.
No solo nos comprendemos como dueños de nuestro destino, sino que sabemos que este destino está en interacción con quienes nos rodean (familia, amigos, vínculos cercanos, etc). Es decir, nuestro destino está indisolublemente ligado con los otros seres humanos con quienes somos co-partícipes de un momento particular e histórico en el que nacimos y vivimos.
En ese contexto biográfico, en el que interactúan nuestras tendencias innatas con lo que la vida o el destino trae a nuestro encuentro deviene nuestro equilibrio entre salud y enfermedad.
VISIÓN ESTÁTICA VS. PROCESO DINÁMICO
Existe la polaridad “ESTADO” DE SALUD- “ESTADO” DE ENFERMEDAD?
La vida es un devenir dinámico en el que nuestra biografía (nuestra propia historia entre el nacimiento y la muerte) transcurre en un permanente movimiento.
La Salud y la Enfermedad forman parte de este devenir, acercándonos por momentos a una o a la otra, cual una sinusoide que se acerca y se aleja de su centro.
Desde esta concepción dinámica y biográfica, la enfermedad pasa a ser un alerta para invitarnos a revisar circunstancias, aconteceres presentes y pasados y, a retomar el camino, con la auto-transformación como eje de trabajo.
Solo así podemos sabernos partícipes activos de nuestro propio destino de vida.
Y la salud, formando parte de este TODO.
LA SALUTOGÉNESIS COMO NUEVO PARADIGMA
El término SALUTOGÉNESIS nace a partir de un estudio que el médico-sociólogo israelí Aarón Antonovski realiza a fines del siglo XX con personas que habían sobrevivido al Holocausto acontecido en Europa.
Él se propuso comprender no ya la patogénesis (causas de las enfermedades) sino la salutogénesis, “¿existen factores de salud en el Ser Humano?”. “Por que razón, si nos enfermamos, algunos se recuperan mas fácilmente que otros?”
El cuestionamiento básico partió de la siguiente pregunta: “Es posible sobrevivir a experiencias de crueldad, muerte, pérdida y destrucción, y, aún así, retomar una actitud saludable en la vida”
Parte de la concepción salutogénica nos acerca a la comprensión del Ser Humano como un Todo: como una totalidad.
Los factores salutogénicos solo los podremos comprender si nuestra mirada del Hombre es como un todo físico, anímico y espiritual.
Tener en cuenta solo su realidad material-física no nos permitiría comprender estos factores de salud.
Veamos lo que varios siglos atrás decía el filósofo, teólogo y médico judío-español Maimonides (1135 - 1204).
“HE CONTEMPLADO REPETIDAS VECES UN HECHO QUE TRASTORNA MI CORAZÓN CADA VEZ QUE REFLEXIONO EN ÉL.
GENTE JOVEN Y CON ENFERMEDADES LEVES MUEREN COMO SI SE TRATARA DE ANCIANOS PRESA DE UNA TERRIBLE Y LETAL DOLENCIA MIENTRAS QUE VIEJOS ATENAZADOS POR MALES EN APARIENCIA INCURABLE SOBREVIVEN CONTRA TODO DIAGNÓSTICO. LOS JÓVENES QUE ASÍ PERECEN ERAN MÁS FUERTES Y DEBERÍAN HABER SOBREVIVIDO Y LOS ANCIANOS QUE RESISTEN ERAN MÁS DÉBILES Y TENDRÍAN QUE HABER SIDO ENTERRADOS.
EN TODOS LOS CASOS QUE HE ENCONTRADO DEL TIPO DESCRIPTO, HE DESCUBIERTO QUE LA CLAVE PARA COMPRENDER TAN EXTRAÑO SUCESO NO SE ENCUENTRA EN EL EXAMEN DE LA ANATOMÍA DE ESTOS MORTALES SINO EN EL ANÁLISIS DE SUS ALMAS. LOS CUERPOS LOZANOS, FUERTES, ROBUSTOS TENÍAN EN TODAS LAS OCASIONES UN ESPÍRITU QUE NO ENCONTRABA NINGÚN SENTIDO A LA EXISTENCIA, QUE NO HABÍA DESCUBIERTO UN OBJETIVO HACIA EL QUE DIRIGIRSE, QUE, EN RESÚMEN, HABÍA DECIDIDO NO SEGUIR VIVIENDO.
POR EL CONTRARIO, AQUELLOS MIEMBROS ARRUGADOS, GASTADOS, EXHAUSTOS, ALBERGABAN UN ANSIA INDESCRIPTIBLE DE SEGUIR VIVIENDO PORQUE SABÍAN PARA LO QUE VIVÍAN, AUNQUE LA EXPERIENCIA RESULTARA EXTRAORDINARIAMENTE DIFÍCIL DESDE HACÍA DÉCADAS.”
FACTORES DE RESISTENCIA Y SENTIDO DE COHERENCIA
La SALUTOGÉNESIS desarrolla 2 tipos de factores que intervienen como fuentes de la salud:
.Los factores de resistencia
.El sentido de coherencia individual
Los factores de resistencia: tienen que ver con los factores de vida del ser humano: situación familiar, económica, de trabajo, vocacional, etc. Lo que hace a nuestra vida cotidiana. Evidentemente una persona con un trabajo acorde a su vocación y que le permita un subsistir tranquilo y una situación familiar contenedora, tendrá condiciones que colaboren con el sostén de su estado de salud
.El sentido de coherencia individual. Cada individuo debe encontrar para sí mismo una sensibilidad para entender o interpretar de modo positivo los diversos desafíos existenciales, insertándolos en un Todo que tenga un sentido, donde el ser humano encuentre algún significado en lo que piensa, siente, realiza y en todo lo que le acontece.
Se trata aquí de un comprender la existencia, lo cual es bastante diferente a un saber sobre la existencia.
Hay, en esta concepción, una noción básica: La del auto-cultivo.
Esta noción del auto-cultivo es un proceso individual en el que el Ser Humano crea un sentido interno de coherencia y también una gama interna de recursos de resistencia a los desafíos.
Hay en eso, evidentemente, un elemento espiritual importante-o iniciático.
El auto-cultivo implica la superación de una unilateralidad de postura y de potencias del individuo, en dirección de una multilateralidad que resultará en un florecer de potencias creativas y espirituales diversas.
El individuo crece, se torna más amplio, más rico, más pleno, más entero, abierto a la veneración y a la belleza, abierto a lo que puede haber de mejor en términos de realización humana en la tierra.
Esto produce una “fuerza interior”, una disposición interna fuerte e inspirada, fundamentada en la intuición de un sentido para la vida-algo que no es racional ni ideológico-una fuente de fortaleza.
SALUTOGÉNESIS Y ANTROPOSOFÍA.
El enfoque que estamos intentando realizar nos acerca a una concepción en la cual el Ser Humano está integrado por Cuerpo, Alma y Espíritu.
La Antroposofía (“sabiduría del Hombre”, ciencia creada por Rudolf Steiner) aporta los elementos conceptuales que permiten acercarnos a esta visión profunda del Ser Humano.
La cuestión del auto-cultivo toca uno de los puntos clave de la Antroposofía: la de un arquetipo armonioso del ser humano, Una Imagen del Hombre, que guarda en sí, la posibilidad de reequilibrio, adaptabilidad, reacción a los estímulos y recuperación del orden en medio del caos.
La medicina occidental moderna se construye predominantemente sobre la noción de lo patológico y del nominalismo clasificatorio de las enfermedades.
La medicina actual, por esta razón, perdió la noción de un Todo.
Y es justamente en ese “Todo” microcósmico que se encuentra la Imagen del Hombre, el principio salutogénico, o el conjunto de procesos que permiten a los individuos mantenerse vivos, estables y socializados, a pesar de los estímulos nocivos constantes.
Dirigir la mirada al Hombre Sano (trascendiendo la de cuerpo sano) permite comprender que la salud no significa ausencia de dolor o de enfermedades, dado que esas condiciones forman parte de la existencia .
Salud significa fuerza espiritual y capacidad de equilibrio para lidiar con los desafíos traídos por el dolor y por la dolencia.
Hay un sentido positivo en el sufrimiento, como instructor de sabiduría. La enfermedad nos enseña cuales son los nuevos rumbos que debemos tomar. La salud depende mucho más de una condición de equilibrio y de serenidad entre lo anímico-espiritual y lo orgánico, que de una situación biológica de ausencia de síntomas.
El Todo que construye la Antroposofía nos remite a la comprensión del Ser Humano en sus cualidades de Pensar, Sentir y Actuar.
Así, el auto-cultivo puede desarrollarse en cada una de estas áreas en particular.
Cultivar el Pensar, el Sentir y la Voluntad es la tarea que, conscientemente puede realizar el Hombre de hoy.
Allí radica el principio salutogénico.
En Antroposofía, se dice que, en términos del niño, puede hablarse de Educación. Pero en términos del individuo adulto, se habla de Auto-Educación.
La Educación, entonces, es el proceso proveedor de las bases fundamentales que permitirán “florecer” las cualidades y potenciales humanos, los que más tarde, serán el sustrato de la Auto-Educación.
Así, en la Educación, la Antroposofía sostiene el edificio conceptual de la Pedagogía Waldorf (pedagogía salutogénica por definición), en donde se construye, paso a paso, de acuerdo a la visión integral del niño en desarrollo, las bases para un sano crecimiento de los instrumentos del Pensar, Sentir y Actuar.
Y en la auto-educación, el adulto puede trabajar en estas 3 cualidades del alma, construyendo su sentido de coherencia individual, a través de:
· Una conquista desde el Pensar Intelectual hacia el Pensar Espiritual.
· Un equilibrio anímico en el Sentir, a través del Arte, como manifestación del Alma.
· Un redescubrimiento de la Voluntad, como eje transformador de la Tierra y de la Humanidad.
ESPECTADOR O PROTAGONISTA
El trabajo sobre la SALUTOGÉNESIS nos permite tomar conciencia de la gran diferencia que existe entre ser pasivo espectador de los procesos salud-enfermedad, o posicionarnos en un lugar activo, como protagonistas de nuestro propio destino.
Salud y Destino están indisolublemente ligados.
Desde el año 2008, estamos realizando encuentros salutogénicos, en los cuáles, a través de un trabajo con nuestro Pensar, intentamos alcanzar la dimensión de lo sagrado que nos acerca a la esencia de lo que nos rodea.
Comprender los fenómenos del organismo humano, y su relación con la Naturaleza y el Cosmos, es un paso fundamental en este estudio, al alcance de todas las personas.
El Arte nos acompaña (música, modelado, poesía), y nos permite encontrar el ritmo y el centro de equilibrio que, en nuestro interior vive.
Intentamos, en estos encuentros, vivificar e integrar las áreas del Ser Humano, como punto de partida para un trabajo individual, que, luego, cada uno puede conquistar por sí mismo, con sus propias herramientas y recursos.
La Salutogénesis no intenta ser una “terapia” ni una “medicina”, sino una invitación a un despertar consciente al auto-cultivo individual.
La salud, la curación, los actos terapéuticos, eran vinculados en la antigüedad a las dimensiones cosmológicas, en las cuáles actuaban los dioses, los espíritus.
Enfermedad, sufrimiento y muerte estaban relacionados con lo sagrado.
El médico solo actuaba como mediador entre los humanos que padecían y los dioses que curaban.
Existe un parentesco etimológico entre “medicina” “médico” “medicar” y el vocablo “mediar”.
La escritura bíblica relata numerosas “curaciones” en las que, claramente, aquel que ejerce el acto curativo oficia de intermediario entre la Divinidad y aquel que se encuentra sufriendo.
En los orígenes, la relación entre los acontecimientos del Mundo Terrenal y la influencia del Mundo Espiritual en ellos, formaba parte del pensamiento humano.
Para un griego o un egipcio antiguos, aunque pudieran estudiar un órgano de un animal, la explicación de los procesos, prescindiendo de la visión fenoménica integrada al Cosmos y a la Naturaleza, hubiera resultado incomprensible.
En el siglo XVII la conciencia humana alcanza el nivel evolutivo que le permite comprender cosas exactas, de índole puramente mecánica.
Fueron descubriéndose leyes físicas y fue aplicándose este conocimiento al cuerpo humano. De esa manera, lo mecánico tomó la delantera en la comprensión de los fenómenos orgánicos.
Se asimiló de esta forma el corazón a una bomba que ejerce presión sobre un líquido, el hígado se equiparó con un laboratorio químico, al igual que el estómago, donde ciertos ácidos y otras sustancias descomponen los alimentos químicamente mientras las paredes estomacales los trituran.
Es decir, con la concepción materialista, las funciones orgánicas del cuerpo acabaron considerándose como efecto de la interacción de leyes físicas, químicas y mecánicas.
Con esta concepción, el pulmón es una especie de fuelle y central de transformación del aire, del oxígeno y del anhídrido carbónico; el músculo es un motor provisto de palancas, y así todo el organismo humano queda reducido a un conjunto de aparatos muy complejos, pero cuyo mecanismo es perfectamente explicable.
El ojo fue asemejado a una cámara fotográfica, y el cerebro a una estructura que segrega los pensamientos.
La vida psíquica y espiritual no se consideraron como algo independiente a esta concepción, sino que constituían el producto de de ciertos fenómenos químicos que tenían lugar en el cerebro.
El hombre entero se convirtió en un maravilloso laboratorio de química y en una máquina.
Durante los siglos XIX y XX el vínculo entre el organismo humano y los fenómenos de la naturaleza y el cosmos continuó escindiéndose, y el proceso de salud del ser humano quedó definitivamente en manos de la ciencia material.
La salud quedó bajo la “propiedad” de la ciencia médica.
Así el ser humano perdió completamente su participación y protagonismo en su proceso de salud o de enfermedad.
Con el descubrimiento de los virus y las bacterias toma predominio el análisis de la enfermedad y se jerarquiza el descubrir aquel elemento causal detectable por los sentidos o por los aparatos que el hombre fue descubriendo
Se impone este paradigma con mucha fuerza y aparece el hallazgo de antibióticos y vacunas.
Estar sano, entonces, implicaría evitar tomar contacto con estos elementos externos que nos enferman o poder matarlos cuando nos invaden.
En el último tercio del siglo XX se produce un cambio, y pasan a tomar predominio dos especialidades dentro de la ciencia médica que son la genética y la inmunología.
El cambio que se produce es que la enfermedad se re-ubica en el interior del ser humano. El mal ya no está sólo afuera, como acontecía con los virus y las bacterias.
Este cambio es tal que, a partir de ese momento sabemos que nacemos con una determinada predisposición a enfermarnos. Esta tendencia vive en el núcleo de nuestras células. Esto es lo que la genética observa. La enfermedad está dentro y no fuera; o bien, en el caso de la inmunología, es nuestro sistema de defensa quien no está pudiendo defendernos de aquello que nos ataca.
Ahora bien, sea a través del modelo mecánico, infeccioso, inmunológico o genético, la enfermedad sigue estando ceñida al mundo material. La ciencia no puede dar un paso mas allá de lo que sus sentidos o sus aparatos le permiten percibir.
Si hoy día intentamos pensar cómo debería ser la medicina del futuro, seguramente predominaría un modelo en el que la tecnología, la genética, el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas, aparatológicas, protésicas, medicamentos químicos con efecto mas específico, nuevas vacunas, fueran las respuestas que nuestra salud pide. Ese modelo sería el “progreso” de la medicina en el futuro.
SIGLO XX: UN SALTO EN LA CONCIENCIA
Es importante observar que, en el mismo siglo XX, aparece otro fenómeno muy profundo en el ser humano, que tiene que ver con su mundo interior, con su auto-conciencia. Progresivamente pasa a saberse partícipe activo de su propio destino.
Este cambio de conciencia palpita en el interior del ser humano. Llega a su conciencia la certera percepción de que el destino no es algo que le sea ajeno, sino que esta en sus propias manos.
Este proceso, que acontece en paralelo con el avance de la ciencia material, es una intensificación de la percepción del ser humano como protagonista de un destino propio, individual, único.
Así por ejemplo, en el caso de las enfermedades, comienza a percibirse como protagonista de la relación entre los acontecimientos que le toca vivir y la génesis y evolución de una determinada enfermedad.
Todo ser humano (más temprano o mas tarde) comienza a tomar contacto con este proceso interior.
No solo nos comprendemos como dueños de nuestro destino, sino que sabemos que este destino está en interacción con quienes nos rodean (familia, amigos, vínculos cercanos, etc). Es decir, nuestro destino está indisolublemente ligado con los otros seres humanos con quienes somos co-partícipes de un momento particular e histórico en el que nacimos y vivimos.
En ese contexto biográfico, en el que interactúan nuestras tendencias innatas con lo que la vida o el destino trae a nuestro encuentro deviene nuestro equilibrio entre salud y enfermedad.
VISIÓN ESTÁTICA VS. PROCESO DINÁMICO
Existe la polaridad “ESTADO” DE SALUD- “ESTADO” DE ENFERMEDAD?
La vida es un devenir dinámico en el que nuestra biografía (nuestra propia historia entre el nacimiento y la muerte) transcurre en un permanente movimiento.
La Salud y la Enfermedad forman parte de este devenir, acercándonos por momentos a una o a la otra, cual una sinusoide que se acerca y se aleja de su centro.
Desde esta concepción dinámica y biográfica, la enfermedad pasa a ser un alerta para invitarnos a revisar circunstancias, aconteceres presentes y pasados y, a retomar el camino, con la auto-transformación como eje de trabajo.
Solo así podemos sabernos partícipes activos de nuestro propio destino de vida.
Y la salud, formando parte de este TODO.
LA SALUTOGÉNESIS COMO NUEVO PARADIGMA
El término SALUTOGÉNESIS nace a partir de un estudio que el médico-sociólogo israelí Aarón Antonovski realiza a fines del siglo XX con personas que habían sobrevivido al Holocausto acontecido en Europa.
Él se propuso comprender no ya la patogénesis (causas de las enfermedades) sino la salutogénesis, “¿existen factores de salud en el Ser Humano?”. “Por que razón, si nos enfermamos, algunos se recuperan mas fácilmente que otros?”
El cuestionamiento básico partió de la siguiente pregunta: “Es posible sobrevivir a experiencias de crueldad, muerte, pérdida y destrucción, y, aún así, retomar una actitud saludable en la vida”
Parte de la concepción salutogénica nos acerca a la comprensión del Ser Humano como un Todo: como una totalidad.
Los factores salutogénicos solo los podremos comprender si nuestra mirada del Hombre es como un todo físico, anímico y espiritual.
Tener en cuenta solo su realidad material-física no nos permitiría comprender estos factores de salud.
Veamos lo que varios siglos atrás decía el filósofo, teólogo y médico judío-español Maimonides (1135 - 1204).
“HE CONTEMPLADO REPETIDAS VECES UN HECHO QUE TRASTORNA MI CORAZÓN CADA VEZ QUE REFLEXIONO EN ÉL.
GENTE JOVEN Y CON ENFERMEDADES LEVES MUEREN COMO SI SE TRATARA DE ANCIANOS PRESA DE UNA TERRIBLE Y LETAL DOLENCIA MIENTRAS QUE VIEJOS ATENAZADOS POR MALES EN APARIENCIA INCURABLE SOBREVIVEN CONTRA TODO DIAGNÓSTICO. LOS JÓVENES QUE ASÍ PERECEN ERAN MÁS FUERTES Y DEBERÍAN HABER SOBREVIVIDO Y LOS ANCIANOS QUE RESISTEN ERAN MÁS DÉBILES Y TENDRÍAN QUE HABER SIDO ENTERRADOS.
EN TODOS LOS CASOS QUE HE ENCONTRADO DEL TIPO DESCRIPTO, HE DESCUBIERTO QUE LA CLAVE PARA COMPRENDER TAN EXTRAÑO SUCESO NO SE ENCUENTRA EN EL EXAMEN DE LA ANATOMÍA DE ESTOS MORTALES SINO EN EL ANÁLISIS DE SUS ALMAS. LOS CUERPOS LOZANOS, FUERTES, ROBUSTOS TENÍAN EN TODAS LAS OCASIONES UN ESPÍRITU QUE NO ENCONTRABA NINGÚN SENTIDO A LA EXISTENCIA, QUE NO HABÍA DESCUBIERTO UN OBJETIVO HACIA EL QUE DIRIGIRSE, QUE, EN RESÚMEN, HABÍA DECIDIDO NO SEGUIR VIVIENDO.
POR EL CONTRARIO, AQUELLOS MIEMBROS ARRUGADOS, GASTADOS, EXHAUSTOS, ALBERGABAN UN ANSIA INDESCRIPTIBLE DE SEGUIR VIVIENDO PORQUE SABÍAN PARA LO QUE VIVÍAN, AUNQUE LA EXPERIENCIA RESULTARA EXTRAORDINARIAMENTE DIFÍCIL DESDE HACÍA DÉCADAS.”
FACTORES DE RESISTENCIA Y SENTIDO DE COHERENCIA
La SALUTOGÉNESIS desarrolla 2 tipos de factores que intervienen como fuentes de la salud:
.Los factores de resistencia
.El sentido de coherencia individual
Los factores de resistencia: tienen que ver con los factores de vida del ser humano: situación familiar, económica, de trabajo, vocacional, etc. Lo que hace a nuestra vida cotidiana. Evidentemente una persona con un trabajo acorde a su vocación y que le permita un subsistir tranquilo y una situación familiar contenedora, tendrá condiciones que colaboren con el sostén de su estado de salud
.El sentido de coherencia individual. Cada individuo debe encontrar para sí mismo una sensibilidad para entender o interpretar de modo positivo los diversos desafíos existenciales, insertándolos en un Todo que tenga un sentido, donde el ser humano encuentre algún significado en lo que piensa, siente, realiza y en todo lo que le acontece.
Se trata aquí de un comprender la existencia, lo cual es bastante diferente a un saber sobre la existencia.
Hay, en esta concepción, una noción básica: La del auto-cultivo.
Esta noción del auto-cultivo es un proceso individual en el que el Ser Humano crea un sentido interno de coherencia y también una gama interna de recursos de resistencia a los desafíos.
Hay en eso, evidentemente, un elemento espiritual importante-o iniciático.
El auto-cultivo implica la superación de una unilateralidad de postura y de potencias del individuo, en dirección de una multilateralidad que resultará en un florecer de potencias creativas y espirituales diversas.
El individuo crece, se torna más amplio, más rico, más pleno, más entero, abierto a la veneración y a la belleza, abierto a lo que puede haber de mejor en términos de realización humana en la tierra.
Esto produce una “fuerza interior”, una disposición interna fuerte e inspirada, fundamentada en la intuición de un sentido para la vida-algo que no es racional ni ideológico-una fuente de fortaleza.
SALUTOGÉNESIS Y ANTROPOSOFÍA.
El enfoque que estamos intentando realizar nos acerca a una concepción en la cual el Ser Humano está integrado por Cuerpo, Alma y Espíritu.
La Antroposofía (“sabiduría del Hombre”, ciencia creada por Rudolf Steiner) aporta los elementos conceptuales que permiten acercarnos a esta visión profunda del Ser Humano.
La cuestión del auto-cultivo toca uno de los puntos clave de la Antroposofía: la de un arquetipo armonioso del ser humano, Una Imagen del Hombre, que guarda en sí, la posibilidad de reequilibrio, adaptabilidad, reacción a los estímulos y recuperación del orden en medio del caos.
La medicina occidental moderna se construye predominantemente sobre la noción de lo patológico y del nominalismo clasificatorio de las enfermedades.
La medicina actual, por esta razón, perdió la noción de un Todo.
Y es justamente en ese “Todo” microcósmico que se encuentra la Imagen del Hombre, el principio salutogénico, o el conjunto de procesos que permiten a los individuos mantenerse vivos, estables y socializados, a pesar de los estímulos nocivos constantes.
Dirigir la mirada al Hombre Sano (trascendiendo la de cuerpo sano) permite comprender que la salud no significa ausencia de dolor o de enfermedades, dado que esas condiciones forman parte de la existencia .
Salud significa fuerza espiritual y capacidad de equilibrio para lidiar con los desafíos traídos por el dolor y por la dolencia.
Hay un sentido positivo en el sufrimiento, como instructor de sabiduría. La enfermedad nos enseña cuales son los nuevos rumbos que debemos tomar. La salud depende mucho más de una condición de equilibrio y de serenidad entre lo anímico-espiritual y lo orgánico, que de una situación biológica de ausencia de síntomas.
El Todo que construye la Antroposofía nos remite a la comprensión del Ser Humano en sus cualidades de Pensar, Sentir y Actuar.
Así, el auto-cultivo puede desarrollarse en cada una de estas áreas en particular.
Cultivar el Pensar, el Sentir y la Voluntad es la tarea que, conscientemente puede realizar el Hombre de hoy.
Allí radica el principio salutogénico.
En Antroposofía, se dice que, en términos del niño, puede hablarse de Educación. Pero en términos del individuo adulto, se habla de Auto-Educación.
La Educación, entonces, es el proceso proveedor de las bases fundamentales que permitirán “florecer” las cualidades y potenciales humanos, los que más tarde, serán el sustrato de la Auto-Educación.
Así, en la Educación, la Antroposofía sostiene el edificio conceptual de la Pedagogía Waldorf (pedagogía salutogénica por definición), en donde se construye, paso a paso, de acuerdo a la visión integral del niño en desarrollo, las bases para un sano crecimiento de los instrumentos del Pensar, Sentir y Actuar.
Y en la auto-educación, el adulto puede trabajar en estas 3 cualidades del alma, construyendo su sentido de coherencia individual, a través de:
· Una conquista desde el Pensar Intelectual hacia el Pensar Espiritual.
· Un equilibrio anímico en el Sentir, a través del Arte, como manifestación del Alma.
· Un redescubrimiento de la Voluntad, como eje transformador de la Tierra y de la Humanidad.
ESPECTADOR O PROTAGONISTA
El trabajo sobre la SALUTOGÉNESIS nos permite tomar conciencia de la gran diferencia que existe entre ser pasivo espectador de los procesos salud-enfermedad, o posicionarnos en un lugar activo, como protagonistas de nuestro propio destino.
Salud y Destino están indisolublemente ligados.
Desde el año 2008, estamos realizando encuentros salutogénicos, en los cuáles, a través de un trabajo con nuestro Pensar, intentamos alcanzar la dimensión de lo sagrado que nos acerca a la esencia de lo que nos rodea.
Comprender los fenómenos del organismo humano, y su relación con la Naturaleza y el Cosmos, es un paso fundamental en este estudio, al alcance de todas las personas.
El Arte nos acompaña (música, modelado, poesía), y nos permite encontrar el ritmo y el centro de equilibrio que, en nuestro interior vive.
Intentamos, en estos encuentros, vivificar e integrar las áreas del Ser Humano, como punto de partida para un trabajo individual, que, luego, cada uno puede conquistar por sí mismo, con sus propias herramientas y recursos.
La Salutogénesis no intenta ser una “terapia” ni una “medicina”, sino una invitación a un despertar consciente al auto-cultivo individual.
me interesa mucho el tema y dejaría una pregunta que pensaría ud si la salutogénesis se toma como punto referencia y desde la pedagogía de waldorf como mejoramiento en los procesos de aprendizaje en niños con TDAH?
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